martes, 25 de noviembre de 2008

Un fin de semana inesperado

Al parecer estos días recargados de arduos trabajos ya me estaban pasando la factura de la manera más maliciosa posible. Pero entre tanto ajetreo, este último fin de semana fue todo un salvavidas, debido a que gracias a ella he regresado con fuerza a pasar las últimas semanas de exámenes antes de las vacaciones.
Dando mis primeros pasos como periodista el día viernes me lance como hambriento reportero a merodear galería tras galería, en busca de veraces testimonios que ayuden a nuestro grupo de sociología a elaborar un reportaje sobre la moda.
-yo que especialmente doy privilegio a la comodidad antes que a la moda.
Muy extraño, pero en fin por amor a la profesión soy capaz de cualquier cosa.
Buscando emos, punk, rastas, regetoneros, salseros o cualquier estereotipo andante relacionados con la moda que se preste a brindarme unas palabras. Al parecer esto seria una tarea fácil, decía con una tonta sonrisa en el rostro. Gesto que no me duraría mucho al darme cuenta que el 99% de los sujetos con ridículos flequillos pantalones y polos pegados, y ojos delineados no eran emos sino simples imitadores, farsantes al paso, que aun así fueron muy colaboradores conmigo.
Cabe resaltar que también me encuentre con un rasta en retiro, pero que poseía una forma de pensar que me dejo pensando por un buen rato. Hablando con una persona tras otra, puedo admitir que aprendí algo, aunque sigo tratando de descifrar que fue eso que aprendí. Ya un tanto cansado cada uno de los integrantes del grupo tomo su propio camino a casa, para listar los preparativos para el viaje a punta negra.
L encuentro estaba pactado a las 7 de la mañana. Un día antes mi celular sonaba y sonaba preguntándome donde seria la reunión, yo mas emocionado que nunca Salí de mi casa, unos metros mas allá toque la puerta de un amigo, también de la universidad, que iría en esa aventura con nosotros. Grande fue mi sorpresa al verlo con una indumentaria sumamente veraniega cuando aun en ese momento se dejaba sentir un terrible ventaron, ya el clima al anochecer le pasaría la factura en la playa, me reiría en su cara, pero sin embrago terminaría siendo yo el que temblaría de frio en la carpa.
A la llegada a la universidad me tope con una periodista de FM CAPITAL con la cual converse un buen rato, antes de salir al aire para comentar sobre el servicio de taxi en lima, “mi primera vez en radio”, aunque suene ridículo.
Debido al retraso de dos amigas la llegada se hizo de esperar, mas aun al equivocarnos de playa pero después de todo, fue grata la estancia en punta negra.
Fue la primera vez que dormí en una carpa aunque solo por una hora y algo más, ya que mi falta de sueño me empujaba fuera de ella.
Fue mayor el tiempo que pasamos cerca al mar, entre palabras que van y viene a la luz de la luna, con el viento que sopla trayéndonos e inundándonos de los misterio escondidos tras aquellas rocas , donde las olas se rompían con furia generando un hermosos espectáculo, digno de todo amante de la naturaleza.
Hay muchas cosas que nunca olvidare, en especial aquel instante de fascinante nerviosismo que pase durante la noche, mientras las estrellas contemplaban desde un tierno ángulo a punta negra. “yo me entiendo” solo me queda decir que es algo que recordare por siempre.
*Son muchos los detalles que estoy omitiendo en este post, pero aquí dejo un video que grave.
-mi voz es la de fondo.
No pude poner una foto debido a que no lleve una cámara, y aun no me han pasado algunas fotos, que ya he visto y valdrían la pena publicar.

sábado, 8 de noviembre de 2008

Tragame tierra


Ya con 18 años encima puedo dar fe de aquel carma que me ha acompañado desde el primer “agu”, que no fue mas que el epilogo de una vida llena de curiosos instantes, de bochornos y lagunas existenciales.
Desde los primeros instantes de los cuales aun tengo memoria, puedo recordar que siempre he vivido todo tipo de sucesos vergonzosos inherentes a mi personalidad, los cuales no hago mas que considerar como la materialización de mi torpeza, que siempre quedan como recuerdo graciosos que me robaron una carcajada y también a aquellos con quienes comparto estas vivencias.

*era un día soleado y estábamos en Chosica con un grupo de amigos del colegio, con 10 o 12 años no puedo precisar la edad, pero recuerdo que en una competencia en la cual el que trepara la montaña mas rápido seria el ganador. Todos lo intentaban, algunos de forma menos ortodoxa que otros pero igual intentándolo, me incluyo en ese grupo, ya muchos rendidos por lo empinado y agreste del terreno, no nos quedo mas que observar a aquel pequeño cuarteto que lo había logrado y que saltaba de felicidad sacándonos en cara la hazaña cometida. Ya con los ánimos calmados comenzó el descenso, uno a uno íbamos librando una lucha personal tratando de zafarse del lugar donde habíamos quedado varados. Yo por mi parte hice lo propio intentándolo paso por paso, y en uno de ellos sentí como mi cuerpo se precipitaba, y en un intento desesperado estire el brazo logrando estabilizarme. Pero la alegría me duro muy poco al darme cuenta de que me había sujetado de un cactus, el cual con el desprecio mas indigno me había clavado sus púas en la mano, que una a una fui retirando entre las carcajadas de mis compañeros y la mía también.

*con 6 años y la adrenalina hasta el tope jugaba en una mañana la cual recordare con facilidad, bastaría con levantar levemente la mano, tocar mi cabeza y sentir la cicatriz que en ella vive. Estaba en el parque de la leyendas y jugaba con unos niños que había conocido instantes antes saltando, gritando y merodeando por todos los lugares del recinto, de pronto no se por que empecé a correr por debajo del extremo externo izquierdo de los subibaja, que curiosamente, estaban elevados invitándome con tal malicia a pasar. Solo recuerdo que sentí un fuerte golpe en la cabeza y momentos después aparecí en un hospital con una enfermera a mi lado, que me tocaba con insistencia la cabeza. Era evidente uno de los subibaja había descendido repentinamente golpeándome el cráneo ¿como paso? eso nunca lo sabré, me acompañaban mi tío con un rostro de preocupación y mi hermano con una leve sonrisa que no podía ocultar.


Puedo recordar muchos momentos más y que tal vez publique mas adelante, y otras cosas que no valen la pena, como los golpes que me he dado contra los portes al ir distraído por la acera, o la vez que me lastime el brazo ¿Cubito, Radio? No lo puedo precisar, pero seguramente los dos ya que recuero el horrible arqueamiento de mi brazo, cosa que me sucedió en la cales de karate, y no precisamente en contienda. Ya hallan sido las caídas estando parado, sentado en mi carpeta, jugando o las innumerable embarradas provenientes de los autos y las lluvias que se empozaban en las pistas, cosas pequeñas pero en los lugares menos pensados e inesperados. Esto es algo con lo que he aprendido a vivir y a reírme junto con los demás, ya que son cosas que no puedo evitar.

*estaba ya en paradero esperando el ómnibus que me transportara a la universidad, cuando de pronto lo divise a lo lejos, y un impulso casi automático me hizo levantar el brazo impactando mi puño contra el rostro de un joven, fue tal suerte la mía que el tipo seguramente tan avergonzado como yo solo atino a seguir su camino mientras yo le pedía disculpas a lo lejos. Una vez sentado y en camino empecé a reírme de lo que había pasado, y de cómo en ese momento suplicaba a gritos que me tragara la tierra.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Un dia pra el olvido


Especialmente hoy que me encontraba con poco o nada de ganas, en un día en el cual el sol quemaba más que nunca o al menos esa era la impresión que tenía, debe ser solo eso mi impresión, ya que estoy acostumbrado a aquel cielo gris y contaminado que guía mis pasos hacia la universidad, con libro o periódico en mano o solo durmiendo o escuchando algo de música para pasar aquel mal rato lleno de un bullicio insoportable, las desviaciones como consecuencia de la famosas obras de la capital, incluyendo el microclima inherente a los buses de transporte que hacen mas agobiante esta odisea. Entre adormecido y somnoliento, voy tanteando el camino hacia aquella carpeta que me brinde regocijo en las horas más pesadas y difíciles, en las que prestar un poco de atención cuesta y mucho.
Ya con un pie en el pavimento, el brillo escarlata de los rayos solares queman mi pupila dejándome ciego por unos instantes, los cuales con gran audacia son usadas para la filosófica reflexión previa a todo acontecer matinal. Ya con los cinco sentidos funcionando pero con el cerebro y el brillo gongorino aun dormido, voy saludando de forma casi automática a todo rostro que me parezca conocido en el camino.

“Recuerdo que caminaba por aquel sendero con Sofía, que con mirada tierna y cautivadora pero a la vez intimidante, veía trotar la brisa de aroma a rosas frescas que se desprendían de la ingenuidad de la naturaleza hacia un ser mas ingenuo aun, volaban con tal libertad casi envidiable, que no hacían mas que resaltar su belleza espiritual camuflado tras ese duro antifaz frívolo pero a las vez adorable, sensible y cautivador con mejillas rosas y de blanda sonrisa”.

Ya una vez en el salón no me queda mas escuchar al profesor y sus innumerables ¡cállate! Que me tienen irritado a más no poder, sintiéndome prisionero, creo debido a mi claustrofobia aun no superada que en el fondo me agrada hasta cierto punto en el cual sea tolerable.
“No hay duda hoy fue un día de esos que no vale la pena contar” me decía, pero para salir de la rutina lo cuento solo por curiosidad, además quien no a tenido un día de estos.